-El secreto-
Siempre renegué de las citas a
ciegas. Todo ese ritual absurdo que las envuelve, me provoca desazón y
vergüenza. Cómo ilusionarme ante la idea de un encuentro con alguien al que no
conozco, por quien no siento nada. Sin embargo con ella, es diferente. Cierto
que me consideraba demasiado joven para que se fijase en mi, y en un principio
su interés me asustó, pero ahora que llevamos meses observándonos en la
distancia, la idea de conocerla me atrae. Como caballero, debería dejar que
fuese ella la que eligiese el momento y el lugar, pero no puedo, ni quiero
aplazar por más tiempo nuestro encuentro. Mi cuerpo, enfermo y sin fuerzas,
necesita refugiarse, por fin, en sus brazos. Encogido entre las paredes de la
diminuta bañera, dejo que la tibieza del agua que la desborda, suavice
levemente el dolor de la cuchilla al sesgar la piel de mis muñecas. Ahora sólo
queda cerrar los ojos y acudir a su lado.
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