sábado, 5 de marzo de 2016

LA VÍSPERA DE CASI TODO, Víctor del Árbol (Reseña)

Premio Nadal de Novela 2016

-El peso de la conciencia en muchas ocasiones, por no decir la mayoría, es equivalente a llevar una losa que no pule el tiempo ni aligeran los años-.

Ella podía huir, esconderse en aquel pueblucho costero donde acaba la tierra firme y empezaba el infinito, pero no podía liberarse de su pasado; su vida había sufrido un varapalo tan trágico que se sentía incapaz de reflotar sus propias mareas, de nada le sirvió refugiarse en una nueva identidad, adquirir hábitos malignos o amistades peligrosas; su pasado seguía atormentándola y ella parecía un corcho flotando en un mar de sufrimiento, unas veces guiada y otras a la deriva. Y así la encontraron.  

Durante un tiempo fue lo que ella quiso ser, “anónima”, nadie la reconocía, pasaba desapercibida y a ninguno debía explicaciones.  Pero la convivencia en aquella aldea de pocos habitantes y menos vida social, le hizo sentirse segura y recuperar algunas partes de autoestima que fue dejando en el arcén del destino mientras sobrevivía. Sus nuevas amistades no exigían demasiadas atenciones, se conformaban con lo que ella quería contar. Eva o Paola; Paola o Eva, encontró en aquel rincón del norte, una paz buscada y una nueva ilusión de vida más allá del lujo y la ostentación, y también lejos de lo socialmente correcto.  La sensación de sentirse libre, allanó con mucho la convivencia con aquellos vecinos que seguramente arrastraban historias tan insólitas como curiosas, sus más cercanos, tampoco eran nativos de la zona y todos llegaron allí por diferentes razones, cosas de la vida.

Le gustaba la compañía de Dolores, la portuguesa, con ella compartía conversaciones y experiencias acumuladas, juntas se repartían las raciones de una botella y las miserias reservadas. Mauricio, conocido como -el argentino- era un hombre singular, de esos que ya no quedan, educado, reservado y sombrerero manual que escondía sus añejos recuerdos entre las costuras de sus modelos artesanos. Ambos intentaban reflotar su existencia, disimulando el grabado que la desdicha había marcado en sus almas.
Tres años separaban el pasado del presente; tres años arrastrando una amargura que sabía nadar y guardar la ropa; tres años luchando contra un instinto que ella desconocía poseer, y tres años luchando contracorriente con una conciencia llena de sombras y pocas luces…  Y huyendo, la heredera del impero Malher, había llegado a la Costa da Morte, confiando en que las olas llevaran su amargura y las ahogara en mar abierto; mientras, se dejaría seducir por la brisa marina, el olor a salitre y las mortales calas escondidas que lindaban con el pueblo.

"Probablemente de todos nuestros sentimientos el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose." 
(Julio Cortázar)

No muy diferente a ella, se encontraba el Inspector Ibarra, quien en su día actuó de manera instintiva y primaria ante una situación límite que le condujo a algo parecido a una fama no deseada ni codiciada, al menos así. ¿Actuaria igual de repetirse la situación años después?, esa duda corroía la conciencia del inspector, como un ratón roe un queso; nada podía hacer en la actualidad, salvo intentar olvidar y centrarse en su propia familia. La enfermedad de su hijo le mantenía atado a la vida, aunque su mujer, Carmela, ignorara la verdadera inquietud y la pajarera mental que le acosaba allá donde iba. El propio Ibarra deliberaba hasta donde llegaría su cobardía, batalleando con sus fantasmas infantiles y camuflando ese mal que le hace más compatible la realidad. ¿Hizo lo correcto?, ¿Era un buen padre?, ¿Por qué no sé sentía merecedor de los elogios y su ascenso? 
La tranquila monotonía de Ibarra se ve alterada al recibir una llamada hospitalaria de alguien que le reclama, alguien a quien no reconoce y quien reabrirá el cofre de la memoria, aunque con diferente protagonista y distinto final. Nuevamente Eva, como él la conocía, le pedía ayuda para salir de una situación complicada y de gran relevancia social, ¿Por qué recurría a él?, ¿Cómo auxiliar a alguien que lo tiene todo, menos coraje? ¿Estará Eva preparada para conocer la verdad que tanta destrucción estaba ocasionando en Ibarra?  


“El tiempo camina sin nosotros, no nos espera. Es como si las horas tuvieran su propio horizonte, el amanecer; esa luz que va llegando para destapar los errores, los excesos, la inutilidad de los sueños nocturnos; una luz que llega para mostrar la evidencia desnuda de las cosas sin espejismos ni artimañas” 
(Extracto de la novela, pág. 315)

Está clara la maestría literaria de Víctor del Árbol escribiendo novelas de intriga, éste es su género y pocos como él saben enganchar al lector desde las primeras páginas. En LA VÍSPERA DE CASI TODO, nos refleja una trama que podría ser parte de un expediente policial, quizás, su veteranía en el cuerpo le estigmatizo más allá de su generosa sonrisa. Víctor del Árbol posee un admirable estilo para crear thrillers de tensión psicológica, y si lo acompañas al ritmo de las hermosas piezas musicales citadas en el texto; como Chopin, Bach o el cercano Serrat (entre otros) la lectura se llena de una tensa magia que la hace más especial, si cabe.
Leer a Víctor, es comenzar un viaje en la primera línea, que no sabes a donde te porteara a través de sus páginas y qué cuándo llegas al final siempre quieres más.


DESTINO

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