lunes, 10 de diciembre de 2018

EL TALLER DE LIBROS PROHIBIDOS, Olalla García -RESEÑA-

“Las palabras poseen fuerza, pero nada les confiere tanto poder como el contacto con el papel”

Pocas muy pocas veces, puede una recrearse en la belleza interna que contiene una novela de esta calidad. “El taller de los libros prohibidos” es sin duda alguna un ejemplar digno de leer y del que se puede aprender. Soy de las que opina que, si los libros de textos fueran tratados así los estudiantes sacarían mas provecho y mejores resultados.
Olalla García, es una autora joven que se ha formado debidamente y con este titulo nos constata su gran saber sobre la historia que narra en sus bien aprovechadas páginas, haciéndonos una lectura amena y provechosa.
Con una sapiencia bien dosificada Olalla, nos invita e introduce en el laborioso y arriesgado oficio de ser librero en pleno siglo XVI; un trabajo destinado por entonces solo para hombres y bajo la acechante mirada de la Santa Inquisición en alianza con la extrema vigilancia de Felipe II.  Todo sería lógico si el peso principal recayera sobre un hombre, pero no, no es el caso y hete aquí el mérito porque el protagonismo recae sobre una heroína: Una mujer joven con valentía, fiel defensora de sus principios, luchadora sin desaliento y fiel a sus creencias religiosas.
En “El taller de los libros prohibidos” Olalla nos da una soberana lección sobre la creación y las entrañas de un libro con todo lo que conllevaba en aquellos tiempos (no olvidemos que hablamos del siglo XVI): la mano firme que transcribe los libros, la fabricación personificada de los primeros ejemplares, la perfección de la tinta en negro y posterior introducción del color burdeos (por aquel entonces solo era para los títulos más destacados) y los primeros grabados, el esfuerzo humano empleado en la impresión, etc… hasta ver físicamente el ejemplar terminada y pagar los pertinentes impuestos para poderlos comercializar.
Era un periodo y profesión de hombres cuando la joven Inés -recién enviudada del maestro tipógrafo y librero Antonio Lozano- no pensó ni por asomo quedarse en el papel de viuda llorosa y renunciar al hermoso oficio de Librera e impresora que tanto admiraba, ahora como mujer debería de esforzarse mucho más para demostrar su valía, así pues, tomo la decisión de hacerse cargo de la empresa familiar de la que a su vez dependían trabajadores, y por supuesto de aprender todo lo que desconocía del arte de ser librera. No fue una decisión tomada a la ligera, ella -Inés-, conocía de buena mano el negocio, aunque el lugar de la mujer siempre se quedaba en la trastienda o entre los pucheros de la cocina estaba decidida a sacar adelante la empresa familiar y reflotarlo como tal.
La desconfiaba reinaba en las calles, negocio y casas. Nadie se fiaba de nadie y las confidencias muchas veces se convertían en traiciones resarcidas con un puñado de monedas que no libraban al ajusticiado de la Santa Inquisición a una muerte segura. Estando las cosas tan complicadas la joven Inés, bien debía de asegurar a quien hacia comentarios o con quien negociaba sus nuevos compromisos y para ello contaba con: la lealtad de su fiel Albertillo, un ambicioso Gabriel, la noble lengua chismosa de Matilde y la severa supervisión de su madre (también viuda) y como parte positiva estaba el apoyo de su hermana María, casada también con otro maestro tipógrafo, que la ayudaría en cuanto fuera necesario.
Y sin más, la joven se embarco en un cometido que no tardaría en darle quebraderos de cabeza, pero que veía compensado a la mínima luz que le brillaba. Sin saber cómo ni por qué, pronto surgieron dificultades: pagos, entregas inmediatas y lo más preocupante “debía de terminar una tarea que su difunto dejo pendiente y que desconocía en su totalidad y del que dependía la vida de todos cuantos habitaban en aquella casa y la supervivencia del negocio”, ¿Cómo iba ella a entregar un libro inexistente, un libro prohibido?  
A partir de ese momento Inés se encuentra con la cruda misión de averiguar ¿Dónde y qué escondía su tirano marido aquello por lo podría pagar con su vida? Sin saber exactamente que buscar, la joven se encontró ante un registro exhaustivo de su propia casa y negocio, sin omitir rincón por pequeño o absurdo que fuera o pareciera. En un rincón oculto, atino con una lista que no entendía para nada y que no podía airear. ¿Qué significaban aquellas letras sin sentido? ¿Qué o a quienes implicaba? La angustia de Inés crecía por momentos, necesitaba ayuda, pero no podía confiar en nadie, excepto en aquel joven Arbus que le inspiraba confianza y con quien se sentía libre a la hora de expresarse.
De esta manera, la viuda del maestro Lozano y su enigmático amigo comienzan a sondear el significado de aquella lista que podría llevarlos a encontrar el único ejemplar del que todos los libreros hablaban y que todos ansían (por su valor), “El libro prohibido”.
 Será a partir cuando empieza una batida a contra reloj, donde no faltará nada: traiciones, engaños, infamias y mentiras a medias que pone en riesgo su propia vida, agarrándose a su creencia religiosa como tabla de salvamento incluso para bregar con el despertar de nuevos sentimientos.                                                                                                                                                                                                                                                                             
Una novela apasionante e intensa en partes iguales; preciosa y absorbente; escrita de manera impecable que bien nos podría servir como adelanto a la realidad actual.

“La palabra hablada mira a la inmediatez; la escrita a la inmortalidad. Quien vive en ella, vive para siempre”

No puedo concluir esta reseña sin manifestar mi admiración perenne a Olaya García por tan exquisita novela.

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